Amantes de las bajas pasiones cinematográficas…

Los Monstruos del Terror Doméstico


 

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Wes Craven – La última Casa de la Izquierda (The Last House of  The Left, 1972) 

 

En el año 1972 dos novatos cineastas se lanzaron a la extraña aventura de realizar la pelicula más violenta vista a la fecha. Aquella fue la ambiciosa propuesta, hecha con el fin de conseguir los $90,000 que costó llevarla a cabo. Tras 26 días de duro trabajo, el resultado fue obtener uno de los pilares del cine de horror independiente, lo cual  además, se convirtió en la carta de presentación de éstos dos  jóvenes, advenedizos a ojos de la critica especializada de aquellos días, pero, indudablemente, muy entusiastas y hambrientos de experiencias cinematográficas más intensas.

Wes Craven ha conseguido un buen nombre dentro del cine norteamericano más comercial al día de hoy. Ha dado lugar a dos series de películas muy beneficiosas para la taquilla, dentro del difícil género del terror más violento. «Pesadilla en Elm Street (1985)» y «Scream (1996)» fueron dos filmes cuyo éxito inmediato condujo a una explotación de aquellos titulos hasta el hartazgo, y en diferentes épocas, creado legión de espectadores adeptos muy distintos entre si, por mucho que parezca lo contrario :»Pesadilla…» surge en pleno auge del cine de horror gore ochentero, generoso en dosis de hemoglobina y, sobretodo, visualmente estrepitoso en cuanto al despliegue de efectos especiales, mientras que «Scream» aparece en los noventas, bajo otra estética del cine de terror, dentro del slasher, pero menos visceral y con menor malicia. Craven ha sabido ser voluble a los cambios del gusto colectivo en lo que al terror se refiere.

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Desde sus inicios, realizó filmes que hoy resultan más una acumulación de títulos que obras a considerar. En sus primeros años alcanzó el éxito con su segundo trabajo, como fue «Las colinas tienen ojos», una intensa historia sobre asesinos canibales, la cual dio paso a una secuela pobrísima. Posteriormente, no conoció mayor logro hasta el lanzamiento de la ya mencionada «Pesadilla en Elm Street», y luego de ella tampoco alcanzó mayor notoriedad.

Sin embargo, el éxito de Freddy Krueger llevó por lo alto a la entonces emergente New Line Cinema, y con ello Craven se ganó el favor de sus productores, permitiéndole realizar varios proyectos, aunque mayormente no resultaron novedosos, y su alcance terrorifico entre los fanáticos fue discreto, a pesar de su buen aporte al cine de zombies como fue «La serpiente y el arco iris».

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De todos modos, Craven ha sabido mantenerse vigente dentro del circuito hollywoodense, que hasta lo llevó a realizar algún trabajo para el cómico Eddie Murphie. Ya en plenos noventas, supo aprovechar la resonancia de «Scream» y su labor al lado de estrellas de la televisión, apareciendo en las premiaciones de MTV, consolidándose como un director reconocido, lo cual ya le hacía falta. Ha probado suerte en otros géneros, como el thriller en «Vuelo siniestro», con buenos resultados, y también en el drama femenino en «Música para el corazón», con mucha menos fortuna. Pero los inicios de Wes Craven fueron mucho más bizarros, y precisamente fue su primer esfuerzo el que ha sido convertido en una obra de culto por los seguidores del cine violento.

Sean S. Cunningham no goza del mismo renombre mediático que el señor Craven, pero su importancia dentro del cine de horror norteamericano no deja de ser relevante. Siendo un productor de películas de horror de bajísimo presupuesto, Cunningham dio inicio a su carrera como director del modo más auspicioso posible. Logró convertir un sencillo cuento macabro de ambiente rural, tan deudor de filmes como «Psicosis», «Halloween» o la italiana «Bahia de sangre», en toda una obra decisiva para el rumbo del cine terrorífico ochentero y fuente de inspiración para muchos otros realizadores.

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En 1980, «Viernes 13» alcanzó tal repercusión que hoy en día mantiene su vigencia ¡después de casi tres décadas¡. Y no queda duda que pronto veremos más producciones al respecto. La historia del gigante asesino que vive oculto en las inmediaciones del lago Crystal ha cobrado una enorme cantidad de seguidores, convirtiendo la imagen de Jason Vorhees en una figura mítica. Importa poco si las historias son repetitivas, si desbordan ingenuidad o si carecen de algún sentido; lo importante es Jason y la violencia que despliega.

Cunningham no ha logrado superarse a si mismo en cuanto al éxito alcanzado con aquel film. Su labor tras las cámaras ha dejado otros titulos que no han alcanzado la misma notoriedad. Como productor ha seguido de cerca la evolución de su franquicia durante más de diez peliculas, la cual da la impresión de ser tan inmortal como su monstruoso personaje. Sin embargo, sus inicios fueron tan modestos y esforzados como lo fueron para el señor Craven. De hecho, ambos tuvieron que unir esfuerzos, allá por el año 1971, para conseguir el éxito del cual gozan actualmente.

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«La última casa a la izquierda» es la cinta dirigida por Wes Craven  bajo la producción de Sean Cunningham  considerada en los días de su estreno como una de las cintas de horror más brutales que se hayan filmado. Asi lo entendieron muchos criticos y gran parte de la prensa especializada que consideró este filme como un titulo maldito, que mostraba violencia gratuita y maltrato a la condición humana en forma insoportable. S

Sin embargo, el efecto «rebote» de sus comentarios negativos y la increible defensa hecha por el crítico Roger Ebert, llevó una gran cantidad de espectadores a las salas de cine, sorprendiendo a sus propios realizadores. Craven ha señalado que apenas esperaban una exhibición muy limitada en algunos autocinemas, y que por ello no escatimaron en tomarse la libertad de filmar las mayores crueldades que su mente pudo concebir. Significativamente, uno de los titulos inicialmente propuestos para la pelicula fue «El crimen sexual del siglo».

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A pesar de ello, lo que se aprecia en su versión final no incluye muchas de las perversiones que Craven y Cunningham habían ideado por ser extremadamente insanas, quedando en el tintero porque simplemente el presupuesto no les daba para más. El deseo de experimentar fue la principal motivación al realizar esta historia y la improvisación la regla a seguir durante toda su filmación. Según el propio Sean Cunningham el primer deseo que surgió en ambos fue el mostrar «una película donde se dejará muy en claro lo que era la muerte», pues según ellos, el cine de entonces empezaba a mostrar el crimen y el asesinato como un asunto muy ligero, según lo visto en tantos westerns y cintas de acción.

Craven toma la premisa argumental de la obra de Ingmar Bergman «El manantial de la doncella», donde una noble jovencita es atacada por un grupo de rapaces delincuentes, y con ello desarrolla la idea central de su argumento. Este era, nuevamente, el viejo enfrentamiento entre el bien y el mal; pero ¿qué pasa cuando el bien se corrompe y se convierte en algo tan malvado como su opositor, bajo la idea de que el fuego se combate con el fuego?.  Sólo una situación completamente extrema y dolorosa podía llevar al ser humano a cruzar la línea de lo permitido. La familia norteamericana de clase media vista en esta película se convierte en algo completamente distinto a la visión ejemplar o modelo de conducta que solía asociarse a ella.

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Nos ceñiremos a contar a grandes rasgos el argumento del film : una bella joven que vive con sus padres emprende un pequeño viaje acompañada por su mejor amiga hacia un concierto de rock. En el camino ambas conocen a un proveedor de drogas, quien a su vez forma parte de una pandilla de criminales, los cuales secuestran a ambas jóvenes. Lo que sigue es una serie de situaciones realmente malévolas y enfermizas, cuyo resultado será la búsqueda de la más cruel venganza en su forma más inesperada.

El film conserva su confección amateur y hace gala de ella sin ninguna reserva. No se utilizó scritp previo alguno, mucho menos  storyboards, lo cual queda claro en esos planos dignos de un cruel reality show, donde la tortura, la humillación y el crimen sanguinario ocupan la mayor parte del metraje. Después de todo, incomodar, perturbar al extremo es la firme intención de toda obra de horror digna de respeto.

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El asesinato se convierte en el principal móvil de esta historia, y se puede apreciar tanto en espacios abiertos como en aquellos interiores donde se desarrolla una nueva intriga que desemboca en otro festival de sangre y mutilaciones. Estos momentos marcaron la obra posterior de ambos realizadores, tanto de Sean Cunningham cuando en «Viernes 13» convierte a los distintos crímenes ocurridos en aquel campamento en el plato fuerte de su espectáculo, mientras que Wes Craven hizo de las persecuciones del asesino a su victima a través de corredores y habitaciones el elemento común de muchas de sus películas.

Los actores componen las distintas situaciones dictadas e improvisadas por Craven, a medida que el rodaje se llevaba a cabo. Sin tratarse de intérpretes de renombre o de cierta trayectoria, el elenco cumple en forma eficaz su cometido, dando vida a las situaciones enfermizas plasmadas en pantalla en forma convincente, sobretodo por parte del actor David Hess, quien se encarga de interpretar al  líder de la pandilla criminal. Hess logró notoriedad con este papel lo cual lo llevó a producciones similares dentro de este género.

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Sin embargo, es notable que el tiempo ha pasado su factura a esta producción, pues vista hoy en día, cuando se puede decir que mucho ha llovido dentro del cine de horror, el film pierde parte de su fuerza visual ante la cantidad de arranques violentos mostrados en otras producciones que casi resultan innumerables. De todos modos, ese aire enfermizo y malsano que se aprecia en el clima de estas imágenes, a la que contribuye su acabado doméstico y su bizarrismo amateur, hacen de esta película una experiencia impactante y difícil de olvidar.

«La última casa a la izquierda» es una obra que no deja de ser parte de un culto al cine de horror hecho con pocos medios pero con sobrada audacia. Como prueba de ello actualmente existe una nueva versión de esta historia pendiente de estrenar, realizada con una mayor producción y con muchos más recursos que, esperemos, hagan de ella un producto digno del esfuerzo puesto en su versión original, no tanto en su acabado, sino más bien en sus más oscuras intenciones.

 

Por Enrique Rodríguez

Una respuesta

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