Amantes de las bajas pasiones cinematográficas…

Especial Michael Haneke IX: Caché


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Caché – 2005

El austriaco Michael Haneke es uno de esos cineastas con una misión: poner el dedo en las llagas de nuestra confortable y acomodada Europa -o, yendo más lejos, del Primer Mundo- para llevar la incomodidad a las plateas (y a nuestras conciencias) con la misma vehemencia con que el Conde de Lautréamont quería introducir la prostitución en el seno de las familias.

Con su mirada severa de alucinado pastor calvinista, el autor de ‘Funny Games’ y ‘El vídeo de Benny‘ es un auténtico maestro en el diagnóstico de enfermedades morales y colectivas, pero no es su tarea sanarlas. De una manera inquietante, nuestra realidad se va pareciendo cada día más a una de sus películas: las imágenes grabadas por la cámara de ese cajero que, recientemente, captaron de manera elíptica, pero estremecedora, el asesinato de una mendiga por parte de unos jóvenes podía formar parte de una ficción ‘hanekiana’. Pero era real. El cine de Haneke se alimenta de lo peor de nosotros mismos.

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Merecedora del premio al mejor director -y de los galardones concedidos por la Fipresci y el Jurado Ecuménico- en Festival de Cannes 2005, ‘Caché’, que también fue muy bien tratada en la gala de los premios del cine europeo -con cinco distinciones-, podría mostrarse, a primera vista, como la pieza más accesible en la filmografía del austriaco. Bastan pocos minutos de su metraje para que el espejismo se disipe y el espectador caiga en la cuenta de que acaba de convertirse en conejillo de indias dentro de un perverso juego que cuestiona los mecanismos del suspenso tradicional.

Narración compleja

La ambigüedad rige el juego narrativo propuesto por Haneke: hay un enigma que articula la trama, pero no habrá, necesariamente, una climática revelación en su desenlace. El director ha hecho una película sobre la culpa y, para ello, ha deconstruido una pieza de género -un thriller- para que los espectadores se vayan sumergiendo en el mismo estado mental (paranoico) que sus protagonistas. En el universo de Haneke nadie es inocente. Ni siquiera el público que, de hecho, podría ser el primer culpable.

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‘Caché’ se abre con un plano estático que pronto se cargará de un significado inquietante: el exterior de una casa, que, como sabremos, es la residencia de la familia formada por el mediático crítico literario Georges Laurent (Daniel Auteuil), su esposa Anna (Juliette Binoche) y su hijo adolescente Pierrot (Lester Makedonsky). Las imágenes de su hogar pertenecen a una misteriosa cinta de vídeo que los Laurent han recibido por correo. Su mensaje parece claro: ‘alguien os está vigilando’.

El punto de partida remite al de ‘Carretera perdida,’ de David Lynch, pero a Haneke parecen interesarle menos que al genio norteamericano la metafísica y la abstracción. El austriaco habla del aquí y del ahora. De todos nosotros, en definitiva.

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La llegada de sucesivas cintas irá adensando el misterio. La desconfianza se instalará en el hogar de los Laurent: Anna se reafirmará en el convencimiento de que su marido le oculta información, mientras que el adolescente Pierrot irá, poco a poco, revelando una insospechada trastienda. Rodada en vídeo de alta definición, la cinta convierte su propia textura en parte del juego, proponiendo una gélida ceremonia de la confusión donde el espectador nunca está seguro de la condición objetiva o subjetiva de las imágenes de la pantalla.

Acontecimiento real

Hay un referente histórico en ‘Caché’ que Haneke miniaturiza hasta convertirlo en el trauma personal del personaje interpretado por Daniel Auteuil: el 17 de octubre de 1961, la policía parisina disparó contra una manifestación de inmigrantes argelinos. Los informes oficiales de la época hablaron de la muerte de dos personas, pero los historiadores que han revisado ese oscuro episodio hablan de 400 bajas en París. «Me dejó asombrado que algo así hubiese sucedido en un país liberal, pero lo más increíble es que Francia no haya abordado ese tema durante más de 40 años», afirma Haneke.

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En ‘Caché’, los vídeos y los macabros dibujos infantiles de un niño escupiendo sangre que perturban la paz burguesa de los Laurent hacen emerger algo que el patriarca había enterrado en su subconsciente: un estallido de brutalidad infantil dirigido contra el hijo de la familia de argelinos que trabajaba para sus padres. Con todo, el cineasta no quiere que esta lectura política interfiera en el alcance universal de su propuesta: «No quiero que los espectadores la descifren como una película francesa, porque la historia podría transcurrir en cualquier país con manchas en su memoria colectiva. Los alemanes no han empezado a hablar de la II Guerra Mundial hasta que no han pasado muchos años en los que se negaron a enfrentarse a su pasado. En Austria todavía hay gente que se considera víctima de esa era».

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Impacto final

Después de su incomprendida aproximación al cine apocalíptico con la muy reivindicable ‘El tiempo del lobo’, Haneke parece haber afilado todas sus armas expresivas en este último filme que deja muy incómodas preguntas en el aire horas después de su proyección. ‘Caché’ dosifica diabólicamente su información, intoxica con un profundo sentimiento de culpa a su público, inserta estratégicamente sus golpes de efecto y sus fogonazos de violencia explícita y termina con un largo plano fijo, diseñado como desafío al espectador más atento. Un plano que espolea el debate una vez abandonada la sala de cine. Según cuenta Haneke, «usar un plano fijo significa que hay una forma menos de manipulación: la manipulación del tiempo. Siempre me ha gustado crear en el cine el tipo de libertad que uno tiene cuando lee una novela, donde tiene todas las posibilidades, porque va creando las imágenes en su cabeza. En el plano final de mi película, la mitad de espectadores ve que sucede algo, mientras que la otra mitad no detecta nada. Funciona de las dos maneras. Siempre llenamos la pantalla con nuestras propias experiencias. Lo que vemos viene de nuestro interior».

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Provocadora, precisa y brutal, ‘Caché’ es una inclemente disección de la responsabilidad individual en una época que debería revisar su concepto de inocencia.

José Sarmiento Hinojosa

1. Jordi Costa

Una respuesta

  1. Mauro

    Excelente Film!!! Me gustó mucho. Debo reconocer qu eapenas terminé de ver la peli, me quedé como con una sensación de vacio, de qu eme faltaba algo. Entonces la volví a ver con un amigo y me terminó de cerrar. Me dió una patada en la cabeza, como diciendo «mirá ahi está, no lo veias pero está».
    Gran pelicula!!

    Saludos

    junio 6, 2008 en 10:02 am

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