Amantes de las bajas pasiones cinematográficas…

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Las muchas transiciones

 

Ari Folman – Waltz With Bashir (2008)

Waltz with Bashir es el título de una peculiar cinta del 2008 realizada por el israelí Ari Folman, que ha cosechado numerosos premios y elogios en el orbe. Entre dichos reconocimientos, podemos mencionar el Globo de Oro a la mejor película en lengua extranjera y el César en la misma categoría; así como nominaciones al Óscar y al BAFTA en su año. Ha sido incluida, también, en algunos rankings que dan repaso a lo mejor de la década pasada.  No sorprende que en el Perú solo haya obtenido atención en el mercado pirata. Una vez más, el “avispado” mercado “oficial” se hace querer y no da señal alguna de un posible estreno comercial en nuestro país. ¿A quién recurrirá aquel que pretenda prestar atención a este filme? La pregunta resulta obviamente ociosa y de fácil respuesta. Este tipo de omisiones en la cartelera comercial peruana no significan de ninguna manera una forma verosímil, si de verdad se quiere, de luchar en contra de la piratería.

En Vals con Bashir (título con el que se ha estrenado en algunos países de habla hispana), el propio Ari Folman nos hace partícipes de su incapacidad de recordar los eventos de la guerra del Líbano de 1982, en la que intervino como soldado del ejército israelí. La preocupación de Folman se dará inicio cuando uno de sus compañeros del ejército lo cite una noche, para comentarle un inquietante sueño recurrente, en el cual se suceden extrañas visiones relacionadas a aquel conflicto. De esta manera, el autor/personaje principal se dará con que le es totalmente imposible recordar un suceso en especial que se produjo durante su participación en el Líbano: la masacre de Sabra y Chatila, que tuvo como víctimas a los palestinos que habitaban en los mencionados campos de refugiados. Si bien fue la denominada falange libanesa (partido político de la región) la que acometió la matanza, las Fuerzas de Defensa de Israel apostadas en Líbano fueron consideradas responsables indirectas por su inacción. Será con el reparo en el hecho olvidado, que la búsqueda por la verdad y los recuerdos perdidos se dan lugar y que la cinta irá tomando progresivamente la forma del documental.

Hay varias razones por las cuales Waltz with Bashir me resulta tan interesante. No solo su particular forma de documental animado, sino su capacidad de ir cambiando en el transcurso de su metraje y de hermanar diferentes aspectos que pueden resultar antagónicos. Y es que de alguna manera, el problema individual de Folman es también el del pueblo israelí, que es incapaz de recordar su responsabilidad en el macabro acontecimiento de Sabra y Chatila. El autor se plantea la posibilidad de partir de su experiencia personal, para ocuparse de un tema que no solo lo atañe a él. Es por medio del plano personal, que se adentra en el colectivo. Y por ello, Folman emprende un viaje en el que va recolectando los testimonios de diferentes personas, entre compañeros de ejército, periodistas y psicólogos, que le permitirán ir armando el rompecabezas de lo sucedido en Sabra y Chatila. Ari Folman no solo se interpela a sí mismo.

Pero no solo tenemos lo personal y lo colectivo, pues además está presente lo onírico y lo real. Estos aspectos son tratados, al igual que los otros dos, de manera complementaria entre sí. Uno representa un espejo distorsionado del otro, están profundamente interconectados. El autor inicia su filme con una secuencia onírica, producto del sueño de su amigo, que alimenta su inquietud personal. La película se va salpicando de estas imágenes y escenas, donde el espectador no está seguro de si son parte de recuerdos nebulosos (como le sucede al propio protagonista) o de si pertenecen a alucinaciones resultantes del trauma de guerra. Folman está convencido de que los sueños representan el fuero más personal de los individuos y es por eso que parte de la reconstrucción de las imágenes surrealistas de los sueños y alucinaciones propias y de sus entrevistados. Así, poco a poco, se irá abriendo camino para el testimonio basado en hechos, en sucesos verificables. Waltz with Bashir irá convirtiéndose en un documental, desde aquella forma de ficción que tenía en un principio.

 La animación que envuelve la forma de esta película encuentra sus propias motivaciones para ser utilizada y una cierta complejidad en su devenir, obteniendo una coherencia con todo el conjunto. El método empleado por el animador Yoni Goodman (encargado de esta parte del proyecto) fue una interesante combinación de animación clásica y técnicas de 3D, que dieron como resultado un acabado fácil de confundir con el del rotoscopio (donde se anima sobre material grabado). Se puede inferir un deseo de Folman de que sus imágenes animadas posean cierta proximidad con imágenes reales, puesto que se nos está hablando de una realidad, o una verdad si se prefiere, que aún no es tal. Y así como hemos visto la capacidad de transición en diferentes aspectos (de lo personal a lo colectivo, de lo onírico a lo real, del relato de ficción al documental), en el tema de las animaciones sucederá lo mismo. Waltz with Bashir finaliza con imágenes reales, lo cual se explica por el deseo de disipar las dudas, los olvidos, los engaños de la memoria. Con todo esto, Ari Folman nos entrega una película que va mutando a varios niveles (argumental y estético), lo cual enriquece enormemente lo que quiere comunicar, rehuyendo de maneras más convencionales o discursivas. Esperemos que al menos en el circuito cultural se dé la posibilidad de proyectar esta cinta.

Por Italo Corvetto Schenone.


El sobresalto en el cauce pintoresco del espíritu gore

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Robert Rodriguez – Planeta Terror  (Planet Terror, 2005)

Sin  duda cuando uno ve Desperado (1995) no le queda mucho más que la sensación de acción, de alguno que otro diálogo y alguna canción bien puesta. Esa es la primera impresión que tuve con este director que a la vez, escribe, fotografía, edita y musicaliza sus producciones. Y claro, es de pensar que en algún momento en todos esos pasos algo se le pasa de vista o que por lo mismo su trabajo se enfoca más en relucir lo que a él más le gusta, perdiendo con esa intención, detalles concretos de un estilo particular o de una historia consistente. Más en eso justo a precisar es donde Rodríguez lleva su marca. En ese camino se encuentra con el genial Tarantino y juntos dirigen From Dusk Till Dawn, el inicio de la ruta hacia el terror, lo sangriento, historia de vampiros y sorpresas marcadas con el toque de humor justo.

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Luego de 11 años Rodríguez vuelve para lograr en conjunto con Tarantino un homenaje a un estilo, que los une de manera entusiasta, las películas de serie B incluso las de serie Z, clásicas de los años 70 (aunque este género se origina en los años 30, como respuesta de los estudios a la caída de un gran público durante la depresión en Estados Unidos). Estas películas además de contar con un bajo costo en producción se enfocaban muchas a la ciencia ficción, el terror embarcado en historias de zombis y vampiros. Grindhouse es eso, un homenaje, y lo es para empezar desde su nombre, por lo cual uno debe tener en cuenta que lo que verá será un experimento como resultado de una intención apasionada por parte de dos grandes fanáticos. La primera Planet Terror, escrita, dirigida, fotografiada, montada y producida por Robert Rodríguez (todo junto otra vez) deja lo mismo a lo que Rodríguez ya nos tiene acostumbrados (salvo por Sin City donde se lleva el gran mérito como realizador, pero el genio de la historia no olvidemos que es Frank Miller) un instantáneo entretenimiento que luce detalles técnicos en una increíble historia de acción que no necesita mucha atención para verla, sólo sentarse a pasarla bien un rato.

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Y uno empieza a pasarla bien desde el intro: colores, formas y sonidos setenteros que te hacen trasladar a alguna sala (Grindhouse) de pésimas condiciones donde sabes que te espera una larga sesión gore. Los elementos que Rodríguez utiliza son perfectos para generar el ambiente, un tráiler ficticio que acomoda el panorama para lo que se viene. Así empieza el baile de presentación con una muy seductora Rose McGowan (Paige Matthews en la serie de Charmed de Warner Bro.) con una fotografía muy seductora también, en contrastes de siluetas y colores acompañados por una música que parece que uno aún estuviera en las épocas de Starsky and Hutch. Eso sabe bien hacer Rodríguez y lo ha conseguido en ésta película de manera cristalina, combinar elementos para lograr un buen resultado técnico que engancha por sobre la propia historia.

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Historia que aquí transcurre sin mayores atajos o laberintos que intervengan  en sus personajes. Todo con el comienzo de la clave para el terror en aquél pueblo donde entre lo sombrío se gesta una explosión de situaciones desbordantes. El leve misterio que cada personaje puede guardar bajo el brazo es fácilmente descubierto por lo que no es interesante seguirlos con atención aunque sí muy divertido, cada uno es predecible aun así consistentes en lograr el propósito pautado por Rodríguez: una imagen o trozo de algo particular en lo que él ha puesto fijación y aquí mezcla como un gran collage de imágenes a consecuencia de un estilo y de una historia grabada al mejor estilo zombi tal como la mejor trama para un videojuego.

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Así no sólo Rodríguez tiene a una encantadora bailarina (recordando a Salma Hayek en su baile improvisado en From Dusk Till Dawn aunque esta vez el baile no lo era todo) sino también tiene por ejemplo a un Freddy Rodríguez (recordado por su papel en Six Feet Under o en la película Lady in the Water de M. Night Shyamalan) que acopla la pareja clásica interpretando al «El Wray» («two against the world») con los efectos contradictorios y esperados entre estos dos personajes. También a Josh Brolin (reciente en Milk y No Country for Old Men) en el papel del Dr. Block quién genera una extraña relación en lo mordaz de sus intenciones en aumento del efecto monstruoso fuera y dentro del propio elemento zombi. Naveen Andrews (Lost) quién carece de suficiente convencimiento a propósito o no del rol involucrado directamente con la historia más en todo caso el mejor personaje en el momento en el que desaparece y cómo lo hace.

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Dos que aparecen como un complemento lunático en esta historia están Bruce Willis y el propio Tarantino no es el mismo rango de importancia de sus personajes como fondo más sí ambos como formas literalmente luego de su transformación mugrienta. Eso es, asco y risas, aunque el asco queda de lado bajo la acción a minutos por hora en baños sangrientos, lo nauseabundo y lo absurdo. Eso es Planet Terror y Rodríguez muestra el mejor collage técnico bajo una influencia B que él ha logrado perfeccionar en sus propios errores.  No se espere más, se sabe que Rodríguez no es un director o guionista del cuál uno pueda esperar un estilo en pro de lo que uno por ejemplo, pueda comparar con su compinche Tarantino. Planet Terror conlleva un viaje lúdico y visceral donde la risa sale a chorros así como la sangre y el pus que explota en la pantalla. En eso Rodríguez se lleva el mérito de haber logrado que una película tan asquerosa se vea tan límpidamente bien hecha.

Por Beatriz Torres