Amantes de las bajas pasiones cinematográficas…

La forma del vacío


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Abel Ferrara – The Blackout (1997)

En The Blackout Matthew Modine es Matty, un actor famoso, alcohólico y drogadicto, atormentado por el aborto que él mismo indujo -para luego arrepentirse- de su ex pareja, Annie (Beatrice Dalle). Esta pasión se escenifica en una Miami infernal, y es conducida por Mickey Wayne (Dennis Hopper), un siniestro personaje de la noche.

Ferrara instala al espectador, de principio a fin, en el flujo vertiginoso de la mente trastornada de Matty, donde la confusión de sus alucinaciones causadas por la droga con sus angustiantes obsesiones -la pérdida de su hijo y amante- lo llevarán al crimen y a la muerte. Es esta especie de limbo en el que se encuentra la conciencia fuera de sí el que condicionará el crimen «accidental» con el que ya no podrá cargar. No es nada casual el hecho de que sea Mickey, la viva encarnación de ese mundo de tinieblas, el que induzca y grabe con su cámara de video el crimen que permanecerá registrado para condenar definitivamente a Matty.

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Ferrara prueba que el vacío y la muerte han tomado la existencia de Matty. La torrencial mezcla de todos los recuerdos y percepciones, de todas las imágenes, produce una experiencia que deja entrever, sentir el vacío mismo. Pero no solo eso, el vacío -o la muerte- también posee su destino. Mickey, ese sádico videasta con delirios de artista culto, es la encarnación maléfica de la Muerte. Se trata de una personificación voyeurista del Mal, una que contempla y preserva, con su cámara, la condena final, la definitiva memoria del horror que Matty no podrá soportar. Estamos, pues, ante una película cabalmente trágica, donde el destino ya tiene echada la suerte del protagonista.

The Blackout es todo lo opuesto a un filme que relaciona ideas detrás de «formas» perfectas, a la ilustración de una calculada arquitectura dramática, o a una matemática precisión narrativa dada a priori desde el guión o el storyboard. El punto de partida de Ferrara es más cercano al de Cassavetes, a una búsqueda de instantes o a una captación del pathos del cuerpo, de los flujos del alcohol o la alucinación. Y en este caso, alucinación y pesadilla se confunden en un mismo flujo mental, en una caída al abismo, en el vértigo de la nada y hacia la nada.

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Para lograr el mencionado torbellino mental el director de Bad Liutenant ha usado las técnicas de disolvencias y transparencias que superponen y mezclan diferentes imágenes, así como una masa cromática que se quiere informe -sobre todo pálidas variaciones del verde, el color de la angustia- y que muchas veces se ha desteñido o filtrado por el video (lo que sorprenderá a muchos, ya que Ferrara se caracteriza por emplear tonos fuertes y encendidos, o por la densidad un tanto amanerada de planos fijos, dilatados y consistentes).

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The Blackout es un filme de excesos y ruptura que bebe concienzudamente de dos fuentes paradigmáticas: Cassavetes y Godard. Ahí está la jubilosa mención de Hopper a la famosa frase que Godard pone en boca de Bruno Foriester en El soldadito: «el cine es la verdad veinticuatro veces por segundo». Como en esa película, aunque en menor medida, en The Blackout se evita la composición clásica de marcos y coordenadas que ubiquen y orienten al espectador. Para Ferrara, lo único que hilvana el curso de los hechos es un devenir caótico: el flujo mental y subjetivo del personaje. Y como en esa mítica película francesa, el estilo conforma un conjunto de fugaz y nerviosa abstracción, salpicado de toques impresionistas gracias a la fotografía de Ken Kelsch. Por otro lado, la influencia de Cassavetes está a flor de piel para dar la pauta febril con el seguimiento agobiante de la cámara en mano a los rostros, con las situaciones dramáticas al límite, con la calidad estresada y de continuo desgaste de los actores -sobre todo Modine- y con el remarcamiento de la cualidad material -texturas de video, intencionalidad desbocada y caníbal de la imagen- del flujo audiovisual, verdadero magma cinematográfico que sufre volatilizaciones horadando un foso al vacío, a la nada, a la muerte, mediante las transparencias y disolvencias que, a manera de pinchazos, ha inyectado Ferrara.

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Si existe un cineasta que no deja de experimentar para poder reinventar su universo, y siempre decir algo nuevo, es Abel Ferrara. Y lo ha demostrado con esta película de escritura convulsa y apasionante. Solo habría que recordar el final del filme, donde una evocación de ensueño aparece como éxtasis redentor, como doblez de la muerte. La belleza en estado de gracia. La que basta para admirar The Blackout.

Sebastián Pimentel

Una respuesta

  1. Damián

    Felicidades amigos cinerastas por el primer año, especialmente a mi amigo Cesar, el más cinerastas de los cinerastas, transpiras cine, hermano!!!.

    Quisiera saber dónde puedo conseguir películas de Ferrara, sólo he encontrado Maria. Les agradecería su rápida respuesta para poder leer la crítica de Sebastián.

    febrero 22, 2008 en 12:03 am

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